Cuando
los niños van por primera vez a la escuela, cambian de centro educativo, inician un nuevo año
escolar o enfrentan etapas de transición, presentan niveles de ansiedad y temor
que son normales. La mayoría de ellos suele superarlos con sus propios recursos. Sin
embargo, en algunos casos la ansiedad llega a ser tan intensa y constante que
le impide al niño asistir a clases.
Los
factores que desencadenan la negativa de ir a la escuela pueden ser diversos.
Las características más
frecuentes suelen ser:
- Negarse a ir a la escuela, escaparse de ella.
- Quejas de dolores y enfermedades.
- Conducta negativa.
- Algunos llegan al pánico (lloran, gritan, se
agarran de sus
padres).
- Aumento de ansiedad, tensión muscular, taquicardia,
mareos,
malestar estomacal, vómitos, dolores de cabezas, trastornos de la
alimentación y/o del sueño, diarrea.
- Pensamientos negativos, miedo a ser ridiculizado.
RECOMENDACIONES:
Es
conveniente asistir diariamente a la escuela, ya que el problema mejorará en
forma notable en una o dos
semanas.
En
cambio, si el niño no asiste a la
escuela, los síntomas físicos y el deseo de quedarse en casa serás cada vez más
frecuente. Cuanto más tiempo pase su hijo en
casa, resultará más difícil volver
a la escuela. Podrían estar en juego la
vida social y la educación
futura del niño.
En
cuanto a las tareas de
prevención, los niños de edad preescolar se pueden beneficiar de experiencia estructuradas con otros adultos. Los padres pueden ayudar a los niños a
separarse de las personas que los cuidan de varias maneras.
Cuando
el niño se asusta mucho al separarse de los padres, la mejor estrategia es informarle, calmadamente, que el padre/madre regresará y que el niño tiene que quedarse. En ese momento él/ella debe irse rápido.
Usualmente los niños tienen más dificultad si los padres toman mucho tiempo al despedirse, se
enojan, esperan a que el niño se calme o intentan razonar con el niño. Una
separación firme y amable es mejor tanto para los padres como para el niño.
La
mejor terapia de la fobia escolar es ir diariamente a
clases. Los temores se superan enfrentándolos
cuanto antes. La
asistencia diaria a la escuela
hará que casi todos los síntomas físicos del niño mejoren. Los síntomas se
volverán menos intensos y se presentarán con menor frecuencia y con el
tiempo, el niño volverá a disfrutar de la escuela.
Algunas
veces un niño puede llorar
y gritar, negándose absolutamente a ir a la escuela. En ese caso,
después de hablar con él sobre sus
temores, se le debe llevar. Uno de los padres podría ser mejor que el otro en
hacer cumplir esto. Incluso en algunas
ocasiones, un pariente puede encargarse del asunto durante algún
tiempo.
Los
padres y la escuela
necesitan trabajar unidos para identificar qué está causando o
manteniendo esta conducta
y desarrollar un plan
comprensivo de intervención.
La
clave del éxito es la pronta intervención; mientras más tiempo
permanezca esta conducta, más difícil será de erradicar.
Alexia y Natalia
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