La tecnología no es nuestro enemigo, pero el uso en los niños debe ser regulado.
Desde el punto de vista de la neurociencia, todavía no comprendemos en su totalidad el impacto que las nuevas tecnologías, las que han aparecido en los últimos años, pueden tener en el cerebro de los niños. Sin embargo, las evidencias que estamos obteniendo hasta la fecha son contundentes. Por el momento sabemos que un mayor tiempo de exposición a estos dispositivos (tablets, smartphones, videojuegos y TV) está relacionado con mayores índices de miopía, déficit de atención, obesidad y depresión infantil. Según los datos la exposición temprana o prolongada a estos dispositivos puede afectar la maduración de distintas estructuras y funciones del cerebro en desarrollo.
Equilibrio es la parte fundamental.
Simplifiquemos la vida de los niños, menos cosas, más tiempo, más juegos creativos.Se estima que cada niño tiene alrededor de 150 juguetes por niño, el exceso de cosas no permite vivir la verdadera infancia.Un estudio realizado en la Universidad de Texas ha desvelado que cuando los niños juegan deportes bien estructurados se convierten en adultos menos creativos, en comparación con los pequeños que han tenido mucho tiempo libre para jugar.
Juegos libres que permitan la construcción mental y explotar la creatividad de los niños. Volvamos a la simplicidad.
- Los bebés de 0 a 2 años NO deben tener contacto alguno con la tecnología
- Los de 3 a 5 años, debe ser restringido a una hora al día
- De 6 a 18 años la restricción debería ser a 2 horas al día máximo
La realidad es que las nuevas tecnologías han llegado para quedarse y negar su existencia puede ser tan dañino como no regular la exposición de nuestros hijos a ellas. La tecnología es una herramienta que tiene como fin facilitarnos la vida y también ayudarnos a disfrutarla. Ese es precisamente el sentido que podemos transmitir a nuestros hijos.
Tiempo y edades
Entre los 0 y 2 años el cerebro de los niños triplica su tamaño y continúa creciendo hasta los 21 años. Estimular a un cerebro en desarrollo y sobre exponerlo a la tecnología ha sido asociado con déficit de atención, déficit en la función ejecutiva (que se refiere a la capacidad para administrar el tiempo y poder darle seguimiento a más de una cosa a la vez), retraso cognitivo, problemas de aprendizaje, aumento en la impulsividad y baja habilidad de auto controlarse.
Fuente: Academia Americana de Pediatría y la Sociedad Canadiense de Pediatría.
¿Y el televisor? Durante los primeros años de vida el cerebro del niño debe comenzar a dominar su concentración. A los pocos meses de edad sólo es capaz de fijar la atención en objetos que se mueven, tiene luces o hacen ruidos como por ejemplo, un sonajero o su madre que se asoma a la cuna. Poco a poco comienza a fijarse en objetos inertes como su muñeco favorito. A medida que se va haciendo mayor es capaz de tener un mayor autocontrol, hasta el punto de ser capaz de concentrarse incluso en aquellas cosas que le resultan menos interesantes como un docente que no es demasiado ameno o un libro que tenga que estudiar.
Mientras el niño va teniendo un dominio cada vez mayor de su atención la parte frontal de su cerebro se va desarrollando permitiéndole también ser más resistente ante otras frustraciones de la vida; toda una garantía de felicidad.
El principio que hace que la mayoría de videojuegos, apps y programas de televisión pensadas para niños sean tan divertidas y entretenidas es que no exigen ese nivel de concentración del niño, sino que precisamente retroceden a su primera infancia y atrapan su atención con movimiento, imágenes y sonidos al igual que lo hacía el sonajero.
En ese sentido lo que a muchos padres les puede parecer ayudar a sus hijos a evolucionar hacia una atención más rápida y mejores reflejos solo significa una involución que provoca dificultades de concentración y no favorece la capacidad de tolerar la frustración, posiblemente la piedra angular más importante sobre la que reside la inteligencia y la felicidad.
Es fundamental el uso de las rutinas y la regulación en el uso de pantallas (de acuerdo a la edad del niño o niña).
Fuente: Academia Americana de Pediatría y la Sociedad Canadiense de Pediatría.
¿Y el televisor? Durante los primeros años de vida el cerebro del niño debe comenzar a dominar su concentración. A los pocos meses de edad sólo es capaz de fijar la atención en objetos que se mueven, tiene luces o hacen ruidos como por ejemplo, un sonajero o su madre que se asoma a la cuna. Poco a poco comienza a fijarse en objetos inertes como su muñeco favorito. A medida que se va haciendo mayor es capaz de tener un mayor autocontrol, hasta el punto de ser capaz de concentrarse incluso en aquellas cosas que le resultan menos interesantes como un docente que no es demasiado ameno o un libro que tenga que estudiar.
Mientras el niño va teniendo un dominio cada vez mayor de su atención la parte frontal de su cerebro se va desarrollando permitiéndole también ser más resistente ante otras frustraciones de la vida; toda una garantía de felicidad.
El principio que hace que la mayoría de videojuegos, apps y programas de televisión pensadas para niños sean tan divertidas y entretenidas es que no exigen ese nivel de concentración del niño, sino que precisamente retroceden a su primera infancia y atrapan su atención con movimiento, imágenes y sonidos al igual que lo hacía el sonajero.
En ese sentido lo que a muchos padres les puede parecer ayudar a sus hijos a evolucionar hacia una atención más rápida y mejores reflejos solo significa una involución que provoca dificultades de concentración y no favorece la capacidad de tolerar la frustración, posiblemente la piedra angular más importante sobre la que reside la inteligencia y la felicidad.
Es fundamental el uso de las rutinas y la regulación en el uso de pantallas (de acuerdo a la edad del niño o niña).
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