La familia es la primera escuela de aprendizaje emocional. También van a
influir en el mayor número de experiencias del niño, repercutiendo éstas en el
desarrollo de su personalidad.
De esta regla podemos sacar 3 principios:
- Sea consciente de sus propios sentimientos y de los demás.
- Muestre empatía y comprenda los puntos de vista de los demás.
- Haga frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta y regúlelos.
Los estudios demuestran los tres estilos de comportamiento más inadecuados
por parte de sus padres:
- Ignorar completamente los
sentimientos de sus hijos, pensando que los problemas de sus hijos son
triviales y absurdos.
- El estilo “dejar
hacer”. En este caso, los padres sí
se dan cuenta de los sentimientos de sus hijos, pero no le dan soluciones
emocionales y piensan que cualquier forma de resolverlo es correcto, por
ejemplo: castigos físicos.
- Menospreciar o no
respetar los sentimientos del niño (por ejemplo, en algunos casos se le
prohíbe al niño (a) que se enoje o que llore).
Mientras que en el ámbito educativo es básico desarrollar estrategias para
promover las distintas competencias de la “Inteligencia Emocional” en todos y
cada uno de los niños y niñas.
Puntualizando en 6 factores básicos para un elevando rendimiento académico,
podemos citar:
- Confianza en sí mismo y
en sus capacidades.
- Curiosidad por descubrir.
- Autocontrol.
- Relación con el grupo de
iguales.
- Capacidad de comunicar.
- Capacidad de cooperar con
los demás.
Para que los niños y niñas posean estas capacidades, dependerá en gran
parte de lo recibido en su hogar. Sin
lugar a duda, una educación emocionalmente inteligente partirá de los padres de
familia y en forma posterior de los docentes.
Natalia Calderón.
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